Han pasado ya diez meses desde que se destapó el escándalo de los llamados “falsos positivos”, cuando desde finales del año pasado han corrido como pólvora encendida a lo largo y ancho del país la más profunda indignación y rabia populares por la noticia del rapto y asesinato de cientos y cientos de jóvenes del pueblo a manos del genocida Estado colombiano. Vimos cómo comenzaban a sacar de entre fosas comunes de NN los cuerpos descompuestos de nuestros hermanos de clase, de jóvenes obreros de la construcción o la mecánica, de jóvenes campesinos y otros desempleados, asesinados por el Ejército a cientos o miles de kilómetros de su hogar, a quienes les robaron la vida y luego los pasaron como “muertos en combate” para inflar las cifras de “bajas infligidas al terrorismo” y para promover el ascenso y forrar los bolsillos de muchos oficiales sicarios de las fuerzas armadas del Estado. Así, matando al pueblo por miles, han consolidado y medido la eficacia de la política fascista de Seguridad Democrática del dictadorzuelo Uribe.
Las ejecuciones extrajudiciales no son nada nuevo para el pueblo, pero en los últimos años, con el recrudecimiento de la dictadura contra las masas, se han multiplicado y diversificado en sus formas. Desde la tal “limpieza social” con que se ha querido justificar durante años la matanza de jóvenes en los barrios populares, pasando por la muerte a golpes y por tortura en interrogatorios brutales y el asesinato de campesinos que luego son vestidos de camuflado y pasados como guerrilleros caídos en combate, hasta las modalidades “más sofisticadas” desarrolladas bajo el actual gobierno donde a los jóvenes se nos engaña con una esperanza de trabajo en otro lugar del país con el fin de asesinarnos lejos de nuestros amigos y familiares, y pasarnos luego como delincuentes no identificados muertos en combate, han sido decenas y decenas de miles las personas del pueblo asesinadas impunemente por este sanguinario Estado.
Sobre los crímenes de Estado (bajo el eufemismo de “falsos positivos”), las cifras hablan por sí solas. Los mismos portavoces del Estado reconocieron el año pasado que bajo el régimen Uribe se han producido 24 veces más denuncias que en los anteriores 17 años (37 casos sucedidos entre 1985 y 2001, y 901 entre 2002 y 2008). De hecho, actualmente la Fiscalía investiga los asesinatos de 1666 personas, mientras la ONU cifra en 1800 los “falsos positivos”.
Las ejecuciones extrajudiciales no son nada nuevo para el pueblo, pero en los últimos años, con el recrudecimiento de la dictadura contra las masas, se han multiplicado y diversificado en sus formas. Desde la tal “limpieza social” con que se ha querido justificar durante años la matanza de jóvenes en los barrios populares, pasando por la muerte a golpes y por tortura en interrogatorios brutales y el asesinato de campesinos que luego son vestidos de camuflado y pasados como guerrilleros caídos en combate, hasta las modalidades “más sofisticadas” desarrolladas bajo el actual gobierno donde a los jóvenes se nos engaña con una esperanza de trabajo en otro lugar del país con el fin de asesinarnos lejos de nuestros amigos y familiares, y pasarnos luego como delincuentes no identificados muertos en combate, han sido decenas y decenas de miles las personas del pueblo asesinadas impunemente por este sanguinario Estado.
Sobre los crímenes de Estado (bajo el eufemismo de “falsos positivos”), las cifras hablan por sí solas. Los mismos portavoces del Estado reconocieron el año pasado que bajo el régimen Uribe se han producido 24 veces más denuncias que en los anteriores 17 años (37 casos sucedidos entre 1985 y 2001, y 901 entre 2002 y 2008). De hecho, actualmente la Fiscalía investiga los asesinatos de 1666 personas, mientras la ONU cifra en 1800 los “falsos positivos”.
Los voceros del sistema, y los chupatintas medios de comunicación, han salido a decir, como siempre, que los responsables de estos asesinatos con alevosía son unas cuantas “manzanas podridas” dentro de las Fuerzas Militares, y que por eso destituyeron de su cargo a 27 militares el año pasado. Hasta el ultraderechista ex ministro Arias ha dicho que se debe crear un fondo económico para una mejor defensa jurídica de los militares y policías que sean procesados por estos crímenes. Sin embargo, la realidad ha mostrado otra cosa: que han sido crímenes de Estado (al decir del mismo representante de la ONU, Philip Alston) concientemente planeados y ejecutados dentro de una amplia extensión geográfica del país, que ha sido un negocio redondo hecho con la sangre del pueblo y que ha dejado un cinturón de la muerte que va desde Norte de Santander, pasando por Sucre y Córdoba hasta Antioquia, Risaralda y Chocó.
Y frente a esta abrumadora realidad… ¡los genocidas representantes políticos de las clases dominantes tienen la desvergüenza de responsabilizar y acusar al pueblo que los denuncia! Uribe, por ejemplo, queriendo escupir la dignidad del pueblo oprimido y explotado, calificó a los jóvenes muertos como delincuentes que dizque "no estaban precisamente recogiendo café en una finca", y ha atacado reiteradamente a las víctimas soltando el cuento de que las denuncias que hacen los familiares de los jóvenes muertos son supuestamente parte de una estrategia política de las guerrillas tradicionales, jactándose luego de que no se van a dejar dizque “acomplejar por falsas acusaciones”. Este tipo de declaraciones dan cuenta del desprecio que sienten los opresores por nosotros, de que para ellos sólo somos vidas baratas, que nuestras vidas y dignidad valen un pito para ellos, dejan bien claro que los intereses de los explotadores son totalmente opuestos a los de los explotados y que no puede ser de otra forma y, más aún, ¡que debemos desechar todas las ilusiones en las clases reaccionarias, su Estado opresor y su sistema chupasangre!
En Colombia las masas trabajadoras vivimos bajo la bota de la gran burguesía, los terratenientes y los imperialistas. Los “falsos positivos” son producto de la naturaleza reaccionaria del Estado colombiano, del podrido sistema que defiende y no se deben a que apenas “algunas personas” de “algunas instancias del Ejército” estén “incursas en crímenes”, al decir del títere Uribe, quien niega la existencia de causas estructurales. De hecho, esta matanza de jóvenes del pueblo hace parte de la política represiva general del Estado contra la juventud popular, que de lengua para fuera dice que busca su bienestar y la defensa de sus “derechos”, pero que en la práctica nos persigue, acosa y asesina. Veamos, por ejemplo, cómo se aúna a esta situación el ambiente represivo en general contra los jóvenes en las barriadas y el campo, las más de 100 detenciones diarias de menores dizque “infractores” (en su mayoría arbitrarias y, el resto, las más de las veces por hurto, debido a la miseria) y, especialmente, el hecho de que este año el Estado ha legalizado en muchas partes del país los toques de queda para menores impuestos ya desde antes por los paramilitares hasta las 10 y 11 pm (incluso en la mayoría de los municipios del Valle del Aburrá); es más, recordemos a los dos jóvenes que fueron rociados con gasolina e incinerados el 9 de febrero de este año en la estación de policía de la localidad Rafael Uribe Uribe en Bogotá “para que aprendieran”, según les dijeron los cerdos que tenían por verdugos aquella horrible noche; y, si no estamos cansados ya de ver y recordar tanta porquería, recordemos por último la tortura con alicate a que sometieron los policías de Saravena (Arauca) a dos jóvenes en marzo de 2002, donde terminaron asesinando a uno de ellos y reconociendo lo que ocurrió hace apenas cinco meses.
Los opresores se han dado perfecta cuenta del descontento que ha despertado toda esta opresión y cinismo, y se han dado a la tarea de montar una campaña publicitaria masiva para lustrar la imagen ensangrentada de las Fuerzas Militares y de Policía del Estado, e intentar borrar de la memoria del pueblo los horrorosos ataques de que ha sido víctima. Así, por ejemplo, dentro de los videos publicitarios, el principal mensaje es: “yo a usted no lo conozco pero estoy dispuesto a dar la vida por usted”, aunque en la práctica no nos conocen pero en todo momento están dispuestos y entrenados para quitarnos la vida a la gente del pueblo y defender la vida de los explotadpres.
Toda esta propaganda pretende negar la verdad fundamental de que en la sociedad colombiana hay clases y lucha de clases, que la gran burguesía, los terratenientes y los imperialistas viven a costa del trabajo, sudor, sufrimiento, sangre y huesos de los obreros, campesinos y pequeñoburgueses urbanos, y que como consecuencia del inevitable levantamiento de los explotados por acabar con sus condiciones de miseria y privación, los explotadores han organizado la más brutal dictadura para mantener bien a raya a las masas desposeídas y dejar intacto su paraíso terrenal. Para las clases dominantes es peligroso que el pueblo capte esta realidad fundamental, pues de ella se desprende la conclusión de que éste jamás será libre mientras ellos mantengan su dictadura, y al revés, que mientras ésta no sea destruida las masas seguiremos viviendo un infierno.
Se necesita transformar toda la indignación y rabia que ha corrido por el país a raíz de la oleada fascista contra las masas populares en un poderoso torrente de lucha y rebelión. Hay que dejar el pesimismo a un lado y dejar de tolerar lo intolerable. Ya sabemos que los opresores no cederán por las buenas, que sólo saben de fuerza bruta contra las masas, pero así también nos muestran que la respuesta debe ser organizada, que debemos forjar una unidad más amplia pero también más conciente para librar una lucha enconada y decidida contra ellos y los perros de presa que sostienen su dictadura. Sólo con lucha podemos arrancar victorias a este macabro sistema que se nutre con la vida del pueblo y sus hijos, y sólo con más lucha podremos defender dichas victorias.
Una lucha conciente pasa por comprender también que, en fin de cuentas, si no libramos una lucha decidida contra el sistema imperialista que es el causante de tanto sufrimiento y muerte aquí y por todo el mundo, entonces no podremos acabar con la raíz profunda de todos los problemas que nos afectan a las masas populares. Debemos atrevernos a luchar por un mundo sin imperialismo, organizándonos para hacer nacer un mundo mejor, donde se nos trate como seres humanos, se reconozca la diversidad humana al tiempo que se trabaja de manera colectiva por el desarrollo integral y armónico de los seres humanos y de la humanidad con la naturaleza, una sociedad que no se sustente sobre la opresión y la explotación de las masas populares, sino que por el contrario tenga como principio rector el servir al pueblo.
Los jóvenes del pueblo debemos unirnos y apoyar las justas luchas del pueblo, usar la cabeza para plantear problemas y soluciones, partir de la realidad para encontrar la verdad, y asumir seriamente nuestra responsabilidad histórica. Debemos animar a la gente de nuestros barrios, de las fábricas, de los colegios para que despierten y luchemos juntos en contra de nuestro enemigo común, que vean que la gente del pueblo no somos el problema sino la solución. Debemos luchar por despertar la fuerza infinitamente creadora y potencialmente incontenible de las masas para transformar el mundo en función de sus intereses más elevados.
¡Por el derecho a la vida, organizarse y resistir!
¡No queremos ser asesinos del pueblo, no al servicio militar obligatorio!
¡Se justifica la rebelión, se necesita la revolución!
¡De norte a sur, de oriente a occidente unir las luchas del pueblo!
¡Contra la brutalidad policial, organizarse y resistir!
Jóvenes Antiimperialistas, julio 2009
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