Levantate Campesino - José de Molina

Mestizaje

Bases Militares Yanquis en Colombia

sábado, 9 de mayo de 2009

¡NO AL SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO!



Es evidente que las clases dominantes han convertido las calles, parques, colegios y barriadas que habitamos en coto de caza de jóvenes del pueblo. Se puede contar por miles la cantidad de jóvenes a quienes a punta de fusil los ha secuestrado el podrido estado colombiano. Las constantes batidas del ejército están haciendo el ambiente mucho más asfixiante de lo habitual, pues además del hambre, el desempleo, la falta de educación y las humillaciones y represión a que nos someten diariamente, ahora no podemos ni asomarnos a la esquina porque “mientras esos cerdos estén rondando y raquetiando por ahí uno no puede salir de la casa si no quiere que se lo roben”. Si salimos al parche, nos están esperando. Si vamos en bus, nos bajan en un retén. Si vamos al colegio, se aparecen a registrar a los de 11 y a raquetiarnos e insultarnos a todos a la salida. Han convertido nuestros barrios en campos de reclusión y nuestras casas y colegios en celdas particulares!

A las clases reaccionarias les importan un comino las aspiraciones, sentimientos y anhelos que tenemos las masas populares. Ellos, que se las dan de paladines del dizque “derecho a la vida y a la libertad”, destruyen anualmente las vidas de miles y miles de jóvenes del pueblo obligándonos a abandonar no sólo nuestros sueños, sino además a nuestros familiares, amigos y vecinos para pasar a servir de carne de cañón en las filas de un ejército que nos trata como basura y nos pone a combatir y morir en defensa de un sistema explotador, hambreador y genocida.

Ellos quieren poner la realidad patas arriba y hacernos tragar el cuento de que las fuerzas militares del caduco estado colombiano son “heroicas”, que “están para servir y proteger al pueblo”, pero con estas mentiras no pueden ocultar las manchas de sangre del pueblo con que han empapado sus rostros y fusiles. La reciente noticia sobre el taxista bogotano fuertemente apaleado por unos policías, por ejemplo, ha servido para que las clases dominantes, a través de sus mentirosos medios de comunicación, salgan a decir que “el comportamiento de esos policías nada tiene que ver con el pensamiento, la doctrina y el propósito” de la Policía. ¿De veras pretenden que nos creamos semejante cuento? La podrida naturaleza

reaccionaria de las fuerzas armadas colombianas salta a la vista. Nosotros sufrimos en carne propia la brutalidad que ejercen esos cerdos día tras día. Esos perros de presa del sistema son entrenados para matar y los desatan para atacar con saña mortal al pueblo. Los últimos casos documentados sobre torturas, atropellos y violaciones sexuales con que deforman la mentalidad de los reclutas que prestan el servicio militar, son una clara muestra del verdadero carácter reaccionario del “pensamiento y doctrina” de las fuerzas policiales y militares colombianas. Es más, el desprecio y odio en que los educan contra las masas es tal, que hasta han convertido las arbitrariedades y humillaciones de que nos hacen víctimas a cada minuto, en un aliciente e incentivo de su “rutinario y desagradecido deber”.

La práctica ha demostrado hasta la saciedad que el Estado fascista, delincuente y mafioso, con sus fuerzas policiales, militares y paramilitares, con sus soplones, sus juzgados y cárceles, es un instrumento con el cual el imperialismo, la gran burguesía y los terratenientes ejercen la más vil y asquerosa dictadura sobre el pueblo y perpetua la explotación y la opresión del pueblo. Éste es su verdadero “propósito” y naturaleza sanguinaria.



Y hoy, las clases dominantes, con el lacayo Uribe a la cabeza, han desatado una nueva escalada de guerra y represión contra el pueblo colombiano con la excusa de estar combatiendo el “narco-terrorismo”, acatando servilmente los dictámenes de su amo imperialista norteamericano quien está librando ahora una “guerra sin fin” (a decir del mismo Bush) contra los pueblos del mundo. De acuerdo con ello, uno de los objetivos que se han trazado es incrementar sustancialmente el pie de fuerza en amplias regiones del país con el fin de hacer de Colombia un país política y militarmente “más estable” y, en consecuencia, no sólo una punta de lanza militar norteamericana más firme para la región, sino un lugar mucho más rentable para la inversión del capital imperialista y un centro de negocios seguro y bien arrodillado al tío Sam. Así, entre julio de 2002 y diciembre de 2006 el pie de fuerza pública se ha incrementado en un 36.9% (de 297.825 a 407.587 efectivos), a la par que el gasto destinado a su sostén se ha incrementado de $7.6 a $11.13 billones de pesos anuales entre el 2003 y 2007, gasto que aumenta gracias al mayor endeudamiento y sometimiento con el imperialismo yanqui, la pérdida de garantías en materia de salud, educación y saneamiento básico, y al incremento de los impuestos que pagamos los más pobres, lo que profundiza nuestras miserables condiciones de vida. Pero mientras estas parasíticas fuerzas armadas continúan alargando el ya extenso rastro de sangre, huesos y fosas comunes que han atestado con mutilados cuerpos de trabajadores del pueblo, sus dueños, las clases dominantes, se babean y exigen más y más muertos, más y más sangre popular, esperando alcanzar un pie de fuerza de 480.000 efectivos. Es precisamente en este contexto y para servir esos intereses de clase reaccionarios, que están intensificando el reclutamiento y llamados para que los hijos del pueblo nos enrolemos en sus fuerzas represivas y ataquemos a nuestros hermanos de clase.

El progresivo control militar por parte del imperialismo yanqui y sus lacayos locales se ha traducido para la inmensa mayoría de la población en más pobreza, más desempleo y más opresión. Mientras los reaccionarios se forran los bolsillos con la explotación de nuestro pueblo, siguen asesinando y torturando jóvenes en barriadas y campos, siguen exterminando y desterrando campesinos, indígenas y afrocolombianos (ya casi cuatro millones de desplazados desde 1985); mientras pisotean y ultrajan su cultura y vida, nos siguen negando la libertad política auténticamente democrática, y continúa la persecución de luchadores y dirigentes populares.

¿Y quieren que vivamos, matemos y muramos por eso? ¡Ni más faltaba!

Tres grandes montañas pesan sobre las espaldas de nuestro pueblo: el imperialismo, el capitalismo burocrático y el semifeudalismo. Y dos caminos se nos abren a los jóvenes del pueblo: o apoyar y hacerle el juego al sistema y oponerse y combatir al pueblo; o, tomar partido por el pueblo, hacerse a este lado de las barricadas y combatir contra los reaccionarios a fin de construir un mundo completamente diferente, sin opresión ni explotación. Podemos escoger entre el camino reaccionario de sumisión, degradación y esclavitud y el camino revolucionario de fundirse con las amplias masas y hacer con ellas la revolución.

El genocida y lacayo Uribe dice que el servicio militar dejará de ser obligatorio cuando el número de soldados profesionales lleguen a 100.000. Pero, ¿debemos quedarnos manicruzados, esperando regalarle cada vez más y más vidas a un sistema podrido? No, es necesario y posible resistir ahora. Los jóvenes del pueblo nos debemos oponer a ser parte de la reacción. No debemos ser parte de sus fuerzas armadas, ni de su red de sapos. Por el contrario, y pese a que reconocemos el cansancio sentido por amplios sectores de la sociedad colombiana con respecto a la violencia, hay que dejar claro que de lo que han sido víctimas es, no de la “violencia” en general, sino de la violencia reaccionaria ejercida por el imperialismo y sus matones a sueldo, y que lo que se necesita con urgencia hoy más que nunca es enfrentar esa violencia reaccionaria con la violencia revolucionaria de las masas, bajo una correcta dirección.

Los jóvenes rebeldes, los que no queremos hacer las paces con este cochino sistema, debemos dejarle bien claro a las clases dominantes y sus esbirros que no queremos participar en su maraña de opresión y sometimiento del pueblo. Rechazar y boicotear las “visitas” que hacen en nuestros colegios para hablar con nosotros y nuestros padres sobre las dizque “bondades” del ejército reaccionario. Debemos rechazar el servicio militar o a cualquier otra forma de participación en sus organizaciones represivas. Qué retumbe el grito ¡No queremos ser asesinos del pueblo!

Pero para que esto tenga impacto y remezca en el ambiente debemos estar organizados. Para forjar una profunda y amplia resistencia y, más aún, para hacer la revolución, debemos estar fuertemente cohesionados y avanzar y luchar como un solo cuerpo. Debemos levantar un movimiento juvenil antiimperialista capaz de canalizar en un solo torrente todo el odio y rebeldía espontánea de los jóvenes del pueblo contra el sistema. Para eso hace falta elevar el nivel de la lucha y conciencia del movimiento, poner todas las energías en juego para desarrollar más y mejores instrumentos y métodos de movilizar concientemente a cada vez mayores capas de la juventud popular. Y, más aún, ¡debemos pasar de la resistencia a la revolución!

¡No queremos ser asesinos del pueblo!
¡No al servicio militar obligatorio!
¡Contra la brutalidad policial, organizarse y resistir!
¡Se justifica la rebelión, se necesita la revolución!

Jóvenes Antiimperialistas

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