Durante las últimas semanas, las masas populares que vivimos en el área metropolitana del Valle de Aburrá hemos sido víctimas de una nueva oleada de abierto arrinconamiento y terror por parte de las clases dominantes. En particular, están incrementando el control sobre las barriadas, desatando a sus paracos, militares y policías a que nos acosen, vigilen y ultrajen con más saña, convirtiendo nuestras vidas en un infierno peor del que hemos tenido que soportar a causa de la miseria, el hambre y el desempleo a que nos han sometido los explotadores desde hace siglos. No sólo estamos presenciando cómo, de nuevo, llegan por decenas a nuestros barrios los militares y policías jodiendo y haciendo batidas, secuestrando jóvenes a diestra y siniestra para sus reaccionarios planes (reclutando la indignante cantidad de 30.634 muchachos entre enero y febrero de este año), sino que además están intensificando la represión contra las masas por la vía del franco terror, del asesinato y desaparición por no obedecer sus toques de queda o sus cochinas normas sobre cómo debemos vestir, qué preferencias sexuales debemos tener, cómo debemos hablar y con quién, o cómo comportarnos en la casa o en la calle.
El dizque proceso de reinserción y desmovilización de los paramilitares, abanderado por el títere Uribe y el imperialismo yanqui, es una mentira y el pueblo ha sido testigo de ello. ¡Los opresores no pueden ser más cínicos! Mientras el cerdo coronel de la policía metropolitana, Omar Perdomo, dice que aquí “no hay ´Águilas Negras`”, somos miles los que hemos recibido sus intimidaciones y amenazas directamente o a través de volantes, afiches y pintas en la calle, como ha venido pasando en barrios de Medellín como Castilla, Santa Lucía, Manrique Oriental, Santo Domingo, Santa Cruz, El Playón de los Comuneros, etc. Además, en barrios de otros municipios del Valle de Aburrá como Bello o Copacabana, esparciendo su sombra de terror con los viejos métodos fascistas empleados para lo que ellos han llamado dizque “limpiezas sociales”. ¡Qué no nos engañen! Los mismos carniceros que han convertido regiones enteras del país en verdaderos cementerios de gente del pueblo, que han torturado y descuartizado decenas de miles de trabajadores, que han cometido genocidio y desplazamiento en masa, que han asolado durante décadas el campo y las ciudades colombianas son los que ahora están comandando y ejerciendo esta “nueva” campaña de hostigamiento y represión contra las masas.
Esto ha venido ocurriendo en muchas ciudades y regiones del país, desde el Oriente antioqueño como en algunas veredas de los municipios de San Luis, San Francisco, La Unión, Sonsón y El Carmen de Viboral hasta los barrios populares de ciudades como Cúcuta donde los jóvenes corremos peligro de muerte por el mero hecho de llevar el cabello largo, o estar tatuados o tener aretes o si estamos en las calles después de las 10 de la noche.
En realidad, esta situación hace parte de una estrategia que tienen el imperialismo y sus lacayos locales para reacomodar sus estructuras de dominación a escala nacional, con el objetivo de que al pueblo le sea extremadamente más difícil organizarse y oponer resistencia a la opresión del régimen. De hecho, sus políticas cada vez más fascistas de negación de las libertades democráticas están criminalizando cualquier forma organizativa de las masas, desde aquellas que se han fijado metas eminentemente políticas, hasta las que sólo piden la más elemental reivindicación económica. No es sino mirar, por ejemplo, el estricto control que ejercen los paramilitares en muchas acciones comunales, o sobre muchos grupos juveniles barriales y culturales. Por ejemplo, en Bello, incluso han llegado al colmo de robar a los jóvenes de muchos barrios el derecho de organizar sus campeonatos de fútbol, donde son los paras quienes en últimas deciden quién juega y quién no, dónde y a qué hora, etc.
Y es que la juventud constituye un renglón de primera importancia dentro de esos planes reaccionarios que ha trazado el Estado colombiano para las masas de nuestro pueblo. Somos millones los jóvenes del pueblo arrinconados contra las miserables “alternativas” que nos ofrece este podrido sistema. A los que han sido insertados en el aparato educativo, les imparten una educación para esclavos, en colegios que más bien parecen cárceles o en “centros de enseñanza” con cursitos de unos cuantos meses que no nos sirven para nada y con los que quieren embobarnos. A los que no han podido meter ahí, o a los que ya salieron, o a los que han tenido que desertar por las condiciones de pobreza en que se encuentran, no les queda más remedio que engrosar las legiones de millones de desempleados del pueblo, obligados a ofrecer su mano de obra por centavos y en las peores condiciones para beneficio de los grandes capitalistas; o salir al rebusque a ver con qué migajas pueden llegar a la casa después de ser acosados todo el día por los esquiroles del “espacio público”; o quedarse en el barrio pasando el achante con otros que sufren la misma opresión y exclusión, y terminar metido en las drogas o el alcohol huyendo de las golpizas a manos de la policía o los paracos. Las clases dominantes han buscado los medios para sofocar y contener todo el odio y descontento generado por estas humillantes condiciones de existencia. Por un lado, han organizado a algunos jóvenes en torno a la cultura y el esparcimiento, brindándoles espacios y recursos económicos con la condición de que se conviertan en portavoces de la reaccionaria ideología que alienta la colaboración de clases, desarmando y mellando la conciencia de los jóvenes oprimidos con la cháchara de la “convivencia pacífica” o la “noviolencia activa”. Pero, por otro lado, y al mismo tiempo, y para los jóvenes que no encajan ni en sus programas culturales, ni en su aparato educativo, ni en su cadena de sobreexplotación capitalista, tienen organizado todo un proyecto de reclutamientos en masa tanto para su ejército reaccionario como para sus bandas de paramilitares, con el objeto de que acosen y mantengan a raya a las masas populares, y especialmente a la juventud popular, a través de un asfixiante y sanguinario terror.
Pero, donde hay opresión, hay resistencia. Los jóvenes del pueblo nos hemos convertido en una bomba de tiempo que explotará en cualquier momento, y los opresores lo saben. Ellos prevén nuevas oleadas de lucha y por eso están intensificando la represión, persiguiéndonos y asesinándonos por el mero hecho de ser jóvenes y del pueblo. Conocen tanto el profundo odio de clase que sentimos hacia ellos como nuestro potencial transformador y por eso nos temen como al diablo. Sí, aunque ahora estén fuertemente armados y bien organizados, los reaccionarios tiemblan ante una respuesta organizada de las masas. ¡Y es que no es para menos! La capacidad creadora del pueblo es infinita, y se puede convertir en una fuerza material monumental que no deje piedra sobre piedra de este podrido orden de cosas, siempre y cuando estemos guiados por una correcta línea política que guíe nuestro accionar, para asestar contundentes golpes a nuestros enemigos de clase. Y así pasar de simples escaramuzas a una transformación radical de la sociedad.
Y, en ese proceso, la juventud popular debe desempeñar un papel clave, pues su irreverencia, rebeldía y explosividad, su desapego a lo establecido, la pone en una posición especial con respecto al resto de sectores que componen nuestro pueblo. El arrojo y decisión con que actuamos en medio de las luchas populares nos ha caracterizado siempre, es muy positivo y las masas lo aprecian inmensamente. De hecho, la práctica de la lucha de clases bajo la dominación del imperialismo ha mostrado cómo muchas veces el nivel del movimiento juvenil en un momento dado se ha convertido en uno de los factores más importantes de arrastre, solidez y continuidad del movimiento popular de conjunto. Así, las masas esperan mucho de nosotros, debemos potenciar esas cualidades y convertirnos en un referente positivo para ellas, que con un sincero espíritu de servir al pueblo pongamos nuestras energías, entusiasmo e infinita creatividad en función de la lucha por un mundo donde se nos trate como seres humanos, se valoren nuestras vidas, aspiraciones y sentimientos y podamos vivir dignamente.
Hoy por hoy, para los jóvenes del pueblo es una odisea mantenernos con vida. Salimos de la casa a la calle, pero no sabemos si podremos regresar o no, si caeremos muertos a manos de la policía, el ejercito o los paramilitares, o podremos llegar a la casa nuevamente y vivir un día más. ¡La zozobra es insoportable! Debemos rebelarnos contra esta situación y organizarnos ampliamente para contrarrestar esas medidas fascistas del régimen. Se requiere hacer un llamamiento lo más extenso posible para luchar por que se nos respete el derecho a la vida, por que no nos sigan asesinando como se les viene en gana, por que se detenga el cruel y genocida derramamiento de sangre de los jóvenes del pueblo en los campos y barriadas.
Debemos enfrentar los ataques e injusticias del sistema forjando una resistencia cada vez más organizada, cohesionada y conciente. Debemos construir un movimiento juvenil antiimperialista férreamente unido en lo político e ideológico, capaz de soportar las violentas ventiscas que de seguro habrá de enfrentar en la lucha contra los opresores. Asimismo, si de veras queremos asestar contundentes golpes al enemigo y luchar para ganar, debemos fundirnos con la inmensa mayoría de la población, alentarlos a que luchen más y mejor y apoyar las justas luchas del pueblo.
Las actuales circunstancias reclaman mucho de nosotros. El destino no existe, de lo que hagamos hoy depende el futuro que nos tocará vivir.
¡Contra la criminalización de la juventud popular, organizarse y resistir!
¡Contra el asesinato de jóvenes del pueblo, la rebelión se justifica!
¡Fuera militares y paramilitares de campos y ciudades!
¡Se justifica la rebelión, se necesita la revolución!
¡Parar la brutalidad policial!
Jóvenes Antiimperialistas