En un barrio popular de cualquier ciudad colombiana, un joven es detenido por la policía, lo raquetean, lo humillan y le hacen cargos: que es rebelde, potencialmente explosivo, un candidato perfecto para ser delincuente, un individuo peligroso al que hay que aplicarle todo el peso de la ley. ¿Cuál ha sido la vida de esta persona? ¿Por qué resulta ser tan peligroso? Resulta que este joven jamás logró terminar sus estudios, la condición económica de su familia lo obligaba a trabajar en lo que fuera para contribuir con el sostenimiento de sus hermanos, su madre se ha partido el lomo toda su vida, le entregó su juventud a un sistema que le exprimió hasta la ultima gota de sudor y sangre recibiendo a cambio un salario de hambre. A este joven el sistema le ofrece diferentes posibilidades para resolver su futuro, y tiene la “libertad” de elegir una de ellas: puede, si consigue trabajo, incorporarse a la cadena de sobreexplotación del capitalismo, repitiendo la historia de sus padres; su vida se le irá entre los dedos y con el paso del tiempo estará lleno de enfermedades y será fácilmente desechado como un caballo viejo por no poder producir lo que el sistema requiere. Puede también ser parte de una pandilla dedicada a delinquir, luego será capturado y juzgado por el Estado ladrón. O podrá ser reclutado en las fuerzas represivas con el fin de mantener a raya a su gente, para que no se levanten, lo convertirán en un matón a sueldo entrenado para matar o torturar a los que justamente se rebelen. Este caso se repite por miles de millones alrededor del mundo. Del trabajo de las masas, mujeres y hombres, se nutre una minoría de parásitos explotadores, mientras nuestra gente, quienes lo construyen todo, nada tienen. Esto no es un accidente o’ una falla del sistema, es la lógica propia del imperialismo, para ellos la gente del pueblo somos solo bestias de carga, fáciles de reemplazar. A los jóvenes del pueblo, nos mantienen a raya reprimiéndonos, es algo que sucede día a día en los diversos barrios populares de cualquier rincón del país, ya sea en Medellín o en Cali, Sincelejo o Valledupar. Para la muestra un botón: en Cazucá (Soacha) y Ciudad Bolívar (Bogotá), en los últimos meses, han sido asesinados 40 jóvenes cada fin de semana por parte de grupos ilegales ligados al Estado: “Las rondas de encapuchados que llegan en un camioncito de noche y se llevan a algunos de los muchachos de la cuadra son constantes”. Marcan los lugares de reunión de los jóvenes con aerosoles, y al día siguiente son asesinados los que se encuentren en ese lugar; muchos pasan días escondidos en sus casas por miedo a que les pase lo mismo si salen, o se mantienen en otros lugares fuera de su barrio; en los barrios altos del Sur Oriente de Bogotá a los jóvenes los detienen sin razón alguna, la policía los lleva al CAI de Libertadores, los mojan con agua y los golpean con palos; hacen requisas en los colegios duque para mantener el orden y control de los estudiantes. En el campo hostiga y desplaza a los jóvenes con sus familias, y prácticamente los obliga a entrar en el ejército reaccionario defensor de los intereses de las clases dominantes como soldados campesinos. Todo esto hace parte del plan del Estado, de criminalizar a toda una generación a quien culpa de los males sociales que el mismo sistema ha creado, esto es un plan completo para mantener el control total sobre los jóvenes, y aplastar toda posibilidad de lucha y resistencia. El capitalismo ha llevado a miles de jóvenes a la delincuencia para sobrevivir y luego llena las cárceles con las víctimas a quienes trata de criminales. Cifras de la policía dicen que el 95% de los menores infractores tienen entre 13 y IB años, edades que coinciden con la deserción escolar. Los defensores del sistema (como Antanas Mockus), han planteado como salida a tal problemática judicializar a los jóvenes menores de 18 años. Según su torcida lógica” si tiene edad para delinquir, debe tener edad para responder por sus delitos”. El sistema con su propaganda nos embute su droga y estilo de vida, ha llevado a que miles de jóvenes entre 13 y 21 años consuman cigarrillo, marihuana y bazuco y después los reprime y considera drogadictos. La hipocresía es tan grande, primero nos manda a tas calles, no nos ofrece educación ni trabajo, nos droga con su basura, manda a las mujeres a la prostitución, nos asesina en las calles y nuestras casas y luego nos trata como vagos, drogadictos, haraganes y sicarios, que no nos importa el porvenir del país, que somos perezosos y que no nos gusta estudiar ni trabajar. Esa es la torcida lógica imperialista. Nos promueven sus valores: el egoísmo y el individualismo y después nos culpan de no ser solidarios y colaboradores... y de no tener valores. ¿Cuál es su lógica? Su lógica es dividirnos y formamos como una generación sin historia ni futuro. Nuestra lógica debe ser totalmente opuesta a la de ellos: ser jóvenes activos que nos atrevemos a pensar, nos atrevemos a luchar por un futuro realmente diferente para la humanidad y nos atrevemos a tomar el futuro en nuestras propias manos. Las diferencias de clase se muestran claramente entre los jóvenes en cada uno de los aspectos: en la producción, en la política y en la cultura. El Estado no sirve a todos los jóvenes por igual, mientras a una pequeña minoría los protege y da todas las garantías, a la mayoría los persigue y controla constantemente. Para un reducido número de jóvenes burgueses hay libertad y democracia, y para la mayoría represión y dictadura. A ellos se les educa para gobernar y dirigir el país, a nosotros para ser los futuros esclavos asalariados. La policía, el ejército y los paramilitares no están al servicio del pueblo; no están para cuidar y proteger a la gente del pueblo. Eso es pura basura. Ningún miembro de las fuerzas armadas es pueblo uniformado. Al contrario, son seres humanos con mentalidad asesina, autorizados, disciplinados, desatados por la clase dominante para mantener a los oprimidos bajo la bota, para mantener sometido al pueblo siempre que sea necesario. El terror contra los oprimidos es incluso una recompensa especial por “desempeñar” el peligroso y desagradecido deber. El terror contra los oprimidos no sólo es parte del trabajo de los policías y militares, es también una recompensa y un premio para ellos. El brazo armado del Estado gran burgués y terrateniente es un instrumento para reprimir, por la fuerza de las armas, a todos los que puedan alzar la cabeza y cuestionar la manera de vivir de una pequeña minoría. Los crímenes y asesinatos de jóvenes no serán eliminados por una mayor presencia de la policía y del ejército. Al contrario, son utilizados como pretexto para incrementar el control de barriadas, colegios, universidades y campos. ¿Nos reconocerá el sistema como seres humanos con anhelos y sentimientos? ¿Qué posibilidad de reforma existe en un sistema que dice que los jóvenes parados en una esquina, sin empleo y educación, son peligrosos y sospechosos? ¿Es posible reformar un sistema qué oculta y justifica el asesinato por parte de la policía de nuestros jóvenes, como ocurrió con Nicolás Neira, en Bogotá, o con Jhony Silva en la Universidad del Valle? ¿Un sistema que absuelve a sus policías y soldados asesinos y los deja libres para volver a matar qué clase de sistema Un sistema así es imposible reformar. Tenemos que oponernos, organizarnos, defendernos y contraatacar los ultrajantes ataques y veredictos de las autoridades. Necesitamos prepararnos de todas las formas posibles para ponerle fin al sistema. Sólo la fuerza organizada del pueblo puede parar a los opresores, cercanos y obligarlos a retroceder en sus asesinatos contra la juventud y el pueblo. Hoy tenemos que fortalecer nuestra lucha y organización independiente del Estado y de las clases dominantes e impulsar creativas y combativas formas de lucha que permitan desarrollar el potencial revolucionario del pueblo.
¡Contra el asesinato de jóvenes, la rebelión se justifica! ¡Se justifica la rebelión, se necesita la revolución!
Jóvenes Antiimperialistas
¡Contra el asesinato de jóvenes, la rebelión se justifica! ¡Se justifica la rebelión, se necesita la revolución!
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