El destape por un sector de la prensa del ofrecimiento de bases militares al imperialismo norteamericano por parte del gobierno de Uribe ha dejado al descubierto sólo una parte de la realidad. El anuncio de la disponibilidad de las bases para las fuerzas militares yanquis se veía venir desde que el año pasado desfilaron por Colombia varios de sus representantes, entre ellos el jefe del Estado Mayor Conjunto, el almirante Michael Mullen. Y coincide con el interés del lacayo Uribe, quien desde enero de 2003, cuando se preparaba la invasión de EEUU a Irak, clamaba porque la máquina de guerra del imperialismo hiciera un despliegue semejante en Suramérica y en particular en Colombia (El Espectador 16-ene-2003). El año pasado dijo que “no habría inconvenientes en aceptar también una fuerza internacional si fuera necesario, porque la buena fe de nuestra política de seguridad es total” (bbcmundo.com 21-ene-2008).
Son cientos de militares y agentes (llamados por la prensa “contratistas” de seguridad) yanquis los que andan por ciudades y campos de Colombia asesorando a las fuerzas militares, para enfrentar a la guerrilla y proteger las inversiones de las multinacionales imperialistas y apuntalar política y militarmente a uno de sus más fieles lacayos y fortalecer su presencia en la región. El propósito del imperialismo era trasladar la base de Manta, situada en la costa pacífica ecuatoriana, a su base en Tres Esquinas en el departamento del Caquetá (preparada desde 2000 como parte del Plan Colombia), mejorar la base de San Andrés (centro de entrenamiento técnico para el sistema de radares yanquis de toda la región) y refaccionar la base de Palanquero, para la cual el pasado mes de mayo el Congreso de EEUU asignó 46 millones de dólares (algo más de 92.000 millones de pesos) que es clave para situarse mejor estratégicamente a nivel global en la disputa con rivales actuales o potenciales por mantener el control del mundo (y está inventariada como base yanqui en los planes del Pentágono desde hace años). Palanquero no se limitará a operaciones anti-narcóticos ni a sólo en la región andina, sino que apunta a establecer una base de “alcance de movilidad aérea al continente sudamericano” (con los aviones C-17), con miras a “lograr dos resultados: ayudar a conseguir la estrategia de combate en la región y apoyar la ruta de movilidad hacia África” (“Global En Route Strategy”, White Paper, Air Mobility Command). No son palabras huecas las del almirante Mullen cuando decía en Bogotá en enero de 2008 que Washington y Bogotá mantienen una relación vital para la región, y también para el resto del mundo.
Por otra parte, el Plan Colombia (y sus secuelas: Plan Patriota y Plan Victoria) ideado para la “guerra contra el terrorismo” aunque inicialmente bajo la mampara de la “guerra contra las drogas”, también hace parte de los planes más amplios para el control total de la región, como el Plan Puebla-Panamá y la IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana). No es casual que desde el año pasado los imperialistas yanquis reactivaran la IV Flota para el control militar de una región en la que están apostando con tales planes de integración no de la región sino de ésta al mercado mundial imperialista.
Es claro que en esta región el gobierno de Uribe es el principal aliado de los yanquis y esto es clave teniendo en cuenta que en países como Venezuela, Ecuador y Bolivia sus rivales actuales o potenciales les pueden disputar su hegemonía económica y militar. En ese contexto hay que ver el papel de Brasil que viene desarrollando una alianza con Rusia, India y China (el llamado BRIC) y que podría incluir a México y Argentina. Al tener estos países gobiernos que no satisfacen al cien por ciento las necesidades del imperialismo norteamericano y de su llamada democracia, gobiernos que hacen esfuerzos por zafarse de su coyunda, los consideran una amenaza y temen perder el control sobre su patio trasero. Como ellos sí pueden armarse hasta los dientes pero los pueblos oprimidos no, han expresado los voceros del imperialismo su preocupación por la carrera armamentista de Venezuela y el supuesto apoyo de Hugo Chávez a la guerrilla colombiana de las FARC, señalando que en la región puede haber a largo plazo un “proyecto desestabilizador” promovido por Chávez.
Ante el anuncio de los vasallos Uribe y Padilla de León acerca de la instalación de las bases, cundió la preocupación de los demás gobiernos latinoamericanos, manifestando muchos de ellos su desacuerdo. Y los voceros del imperialismo, entre ellos la Secretaria de Estado Hilary Clinton, salieron a calmar la situación diciendo que “Estados Unidos no tiene ni busca bases dentro de Colombia”, que las que van a instalar “no son permanentes”, y que “el mando y control de las bases, así como su seguridad, son responsabilidad de Colombia”. Ésta es una más de las mentiras de los imperialistas cuando preparan el terreno para la guerra. Cuando Clinton dice que “no tienen bases” es porque ya las tienen; cuando dice que “no son permanentes”, es porque ya están o piensan quedarse. La mencionada “Global En Route Strategy”, se basa en el “1995 Mobility Requirements Study – Bottom Up Review” que en sus “afinamientos” de 2000 y 2005 incluía claramente la base de Palanquero como su base clave para la “Ruta Sur” de acceso a África y de ahí al Medio Oriente. El cinismo de la Casa Blanca en estos casos es ya legendario: Al descubrirse la mentira de las supuestas “armas de destrucción masiva” en poder de Irak, la cúpula del gobierno Bush descaradamente citó la afirmación de Winston Churchill de que “En tiempos de guerra... la verdad es tan preciada que debería de estar siempre rodeada de una escolta de mentiras”.
Igualmente, la “guerra contra la droga” —invento del gobierno de Reagan— no tiene nada que ver con parar el narcotráfico: busca fortalecer la maquinaria de represión y control, en particular contra la juventud y los oprimidos dentro de Estados Unidos. Y a nivel internacional, los imperialistas yanquis usan la “guerra contra la droga” para disfrazar intervenciones militares, controlar más a países y para otras estratagemas y complots locales o regionales. El imperialismo estadounidense aceita sus fuerzas armadas y maniobra para mejorar su posición para el futuro bajo el pretexto ya sea de luchar contra el narcotráfico o para enfrentar al terrorismo (el cual definen a su antojo). Enarbola cualquiera de esas dos banderas donde bien le convenga, para aplastar los levantamientos en el volátil “patio trasero” yanqui. Han llevado tropas a la frontera con México. En el pasado cuando gobernaban firmes lacayos del imperialismo en Bolivia enviaron aviones de transporte C-5 Galaxy del ejército con helicópteros Black Hawk, aviones de radar Awac, ametralladoras M-60, equipo de comunicación, cocinas para campo de batalla, etc. Fue un “modelo” para la introducción de tropas estadounidenses por todo el mundo, para la construcción de un campo de batalla integrado, con el planeta tachonado de bases militares, amenazando a las naciones de su órbita para que asuman el costo y el riesgo militar.
Mucha gente —y hasta muchos que se las dan de demócratas progresistas, antiyanquis o “izquierdistas” ven al imperialismo como un fenómeno externo, y no como una relación de producción inserta dentro de la economía de los países oprimidos. Y hasta muchos haciendo gala de un nacionalismo estrecho, que ondean el trapo amarilloazulyrojo, llaman a defender la supuesta “soberanía nacional”. Y uno no puede combatir al enemigo mientras ondea su bandera.
Colombia —como todos los países de América Latina dependiente del imperialismo. Es una nación oprimida por el imperialismo, principalmente norteamericano. Nunca en su existencia ha tenido una verdadera independencia. Fue colonia del imperio español, y luego semicolonia del imperialismo británico y en los últimos cien años ha sido semicolonia del imperialismo norteamericano, que ejerce dominación económica, tecnológica, política y militar, así como dominación cultural. La dominación económica y financiera, tecnológica y militar, quita toda realidad a la independencia política. Es evidente que la dependencia económica conduce a la dependencia política.
El imperialismo no es una palabra vacía y pasada de moda, es un sistema de explotación y opresión global, que se ha mantenido a costa del sufrimiento y la explotación de centenares de países de Asia, Africa y América Latina, oprimiendo al pueblo del mundo. Cuenta con descomunales máquinas de guerra y los ejércitos lacayos de las naciones oprimidas y cuando lo ve necesario genera, entrena y arma ejércitos de paramilitares, “contras”, “mano negra”, “triple A”, para que hagan el trabajo “sucio”. Y Colombia es parte importante hoy de sus planes en la región. Entre 1999 y 2007, Colombia tuvo 47.394 oficiales en entrenamiento en las escuelas yanquis, en tanto el resto del hemisferio tuvo 52.211 oficiales en entrenamiento (“Por debajo del radar”, Lawgef, Cip y Wola, 2007). Colombia es el tercer país que más ayuda militar yanqui recibe después de Israel y Egipto. Y actualmente la embajada yanqui en Colombia es la más grande del mundo en términos de “funcionarios” asignados, ¡más de dos mil! Así, el Plan Colombia (y sus mutaciones) hace parte de sus planes estratégicos de dominación regional y global.
El imperialismo significa guerra, pero la guerra imperialista es continuación de la política imperialista, y está estrechamente relacionada con el mantenimiento y fortalecimiento de los intereses económicos del imperialismo, con la protección de sus inversiones de capital, con el intercambio desigual de mercancías, con el saqueo de las riquezas de los países del Tercer Mundo y con la explotación de mano de obra barata. Es decir, que no se puede analizar la doctrina militar del imperialismo sin relación con la defensa de su poderío económico, con los ciclos y crisis del capital. En la época del imperialismo el capital financiero permanece arraigado en los mercados nacionales, pero el proceso de acumulación está totalmente internacionalizado y el capital no puede reorganizarse decisivamente dentro del marco nacional. En tiempos de crisis, sólo un nuevo reparto del mundo mediante una guerra mundial (o mediante “proxys” o sustitutos) puede establecer una nueva reorganización global del capital. Hoy en día, el imperialismo norteamericano está acuciado por mantener sus mercados, por controlar las fuentes de energía, y en últimas por el dominio mundial, y no quiere que nadie le dañe el caminado. Y esto está estrechamente relacionado con sus planes militares de control y prevención.
Según un informe elaborado en abril por el Comando Aéreo de Movilidad para la Fuerza Aérea de EEUU, las antiguas bases de la Guerra Fría han pasado a denominarse “Ubicaciones de Cooperación en Seguridad” (CSL por sus siglas en inglés). Pero son bases militares yanquis. Con un nuevo enfoque es cierto, ya que no tener bases fijas es la estrategia actual de Washington, especialmente tras el 11 de septiembre. Ahora se trata de disponer de múltiples localizaciones, llamados en la jerga militar actual “flores de loto” que se abren según las necesidades, entre los que poder saltar de manera rápida y ágil, lo que permite una mayor interrelación y articulación entre los distintos comandos que tiene el Pentágono y el Comando Sur.
Realmente las bases militares son una trampa peligrosa contrarrevolucionaria, contra los pueblos del mundo, contra el ansia de liberación de los pueblos. Como a todos los imperialistas, a los yanquis solo les importan sus intereses y ante el peligro de que le disputen su dominio otros imperialismos o bloques de potencias, o que se den estallidos revolucionarios de los pueblos y naciones oprimidos, siempre está aceitando su poderosa máquina de guerra.
Redoblar la lucha antimperialista
La presencia de las bases norteamericanas en Colombia es un paso más hacia convertir a Colombia de semicolonia en casi una colonia del imperialismo norteamericano. Negros nubarrones se ciernen sobre nuestro país. De la horrible noche signada por las matanzas de los paramilitares, los crímenes de Estado, por la mezcla de dictadura fascista con despotismo feudal del terrateniente acaballado en el poder desde hace siete años, ahora viene algo peor, soportar una escalada de intervención de los que han engendrado tanto sufrimiento para los pueblos del mundo.
Pero la opresión engendra resistencia, y siempre y cuando haya hombres y mujeres revolucionarios que de manera militante luchen por elevar la conciencia del pueblo y por generar un verdadero y combativo movimiento antiimperialista y elevarlo a revolución, también hay perspectivas de algo realmente nuevo. Hoy corresponde forjar esa gran unidad antiimperialista combativa, para sentar las bases para echar al a los imperialistas y todos sus lacayos en Colombia y en toda la región, con miras a desatar un fuerte movimiento de resistencia de los pueblos del mundo y elevarlo para ponerlo en capacidad de poner al imperialismo a morder el polvo de la derrota. En las décadas de 1960 y 1970 del siglo pasado en muchas partes del tercer mundo los pueblos lograron sacudirse el yugo imperialista, si bien de manera limitada. Con una auténtica lucha revolucionaria podremos lograr una auténtica liberación del pueblo.
¡FUERA YANQUIS DE COLOMBIA, IRAK, AFGANISTÁN Y TODO EL MUNDO!
¡PARAR LA CRIMINAL MÁQUINA DE GUERRA YANQUI!
¡FORJAR UN COMBATIVO MOVIMIENTO ANTIMPERIALISTA!
Brigadas Antiimperialistas — Colombia, agosto de 2009
¡PARAR LA CRIMINAL MÁQUINA DE GUERRA YANQUI!
¡FORJAR UN COMBATIVO MOVIMIENTO ANTIMPERIALISTA!
Brigadas Antiimperialistas — Colombia, agosto de 2009
Tomado de: www.brigadasantiimperialistas.net
No hay comentarios:
Publicar un comentario